De los mitos griegos se encuentra uno que es muy interesante y que
encierra una enseñanza muy peculiar:
Narciso era un joven conocido por su extrema belleza, tanto señoritas como jóvenes caballeros se enamoraban de Narciso a causa de su gran belleza, la cual no tenía comparación con nada conocido. Narciso, conocedor de su extraordinaria belleza, era incapaz de siquiera pensar en la posibilidad de corresponder alguna de las pretensiones que recibía. Consideraba que su belleza estaba por encima de cualquier mortal.
Un día Narciso se encontraba caminando por el bosque junto a unos
compañeros, y en un momento dado se apartó de ellos, y al alejarse preguntó:
¿Hay alguien aquí? Eco se puso contenta y respondió: ¡Aquí!, ¡Aquí! Como Eco se
encontraba oculta entre los árboles, Narciso fue incapaz de verla, y desesperadamente
gritó: ¡Ven! Eco entusiasmado, después de repetir: ¡Ven!, ¡Ven!, salió de su
escondite y corriendo con los brazos abiertos se dirigió a su gran amor,
Narciso. Narciso lleno de vanidad, sabiéndose poseedor de una belleza nunca
antes conocida, rechazó de una manera cruel a la ninfa Eco; ella totalmente
afligida se alejó, y buscó una cueva en la cual ocultarse. Y ahí permaneció,
hasta que el tiempo la consumió, y sólo quedó su voz.
Némesis, la diosa de la venganza, al darse cuenta de esto,
quiso dar un castigo adecuado a Narciso; y al ver que se reflejaba en una
fuente de agua, contribuyó para que se enamorara de sí mismo; y ahí quedo
absorto, contemplándose, sólo, admirando su gran belleza. Incapaz de dirigir sus ojos a otra
parte se le fueron los segundos, los minutos y las horas; hasta que por fin
terminó arrojándose en las aguas de la fuente. Se cuenta que en el sitio donde
Narciso cayó, creció una flor, que hizo honor a su nombre y su memoria.
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